¡Ah, pequeño príncipe! Así, poco a poco, fui comprendiendo tu sosegada vida melancólica. Durante mucho tiempo, tu única distracción se había reducido a la suavidad de las puestas de sol.
Me enteré de este nuevo detalle el cuarto día por la mañana, cuando me dijiste:
- Me gustan las puestas de sol. Vamos a ver una puesta de sol.
- Pero tenemos que esperar...
-¿Esperar a qué?
- Esperar a que se ponga el sol.
Al principio pareciste muy sorprendido. Luego te reíste de ti mismo. Y me dijiste:
-¡Siempre me creo en mi tierra!
En efecto.Cuando es mediodía en Estados Unidos, el sol, como todo el mundo sabe, se pone en Francia. Bastaría poder ir a Francia en un minuto para asistir a la puesta de sol. Por desgracia, Francia queda muy lejos. Pero a ti, en tu pequeño planeta, te bastaba correr tu silla unos pasos. Y mirabas el crepúsculo siempre que te apetecía...
-¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!
Y un poco más tarde añadías:
- Sabes... cuando uno se encuentra tan triste, gustan las puestas de sol...
-¿Tan triste estabas el día de las cuarenta y tres veces?
Pero el principito no respondió.
Antoine de Saint-Exupéry, El principito.