27 feb 2014

Asfixia






Entra en la bañera y se escurren sus miedos, lentamente, hasta desaparecer por el desagüe. Todo el jabón del mundo no parece suficiente para limpiar tanta rabia, tanta suciedad incrustada en sus poros y hasta en su cerebro. Se sienta, abre el grifo y cierra los ojos. Un torrente de agua caliente empapa su cuerpo, tembloroso y encogido formando un ovillo. Abraza sus rodillas con fuerza y se deja llevar. El agua la inunda. Se hunde entre grises pensamientos.

Apenas una hora antes había sido devorada por un pánico irracional, incoherente y devastador. En mitad de la ciudad, todo a su alrededor giraba y giraba sin sentido. Quería gritar, pero no encontraba su voz. Quería correr, pero las piernas le temblaban. Quería pedir ayuda, pero no conocía a nadie y las personas que la rodeaban eran vagas figuras sin rostro. El miedo volvía a jugársela, esta vez con mala leche y sin ninguna gracia. Esta sola. Absolutamente sola. No sabía qué hacer ni adónde ir. Cansada de girar y, con el corazón atravesándole el pecho, se sentó en el suelo y se dejó ir. El mundo ya no era el mismo. Sus sentidos la estaban traicionando hasta convertirla en una sombra, en un fantasma sonámbulo. Las manos habían dejado de obedecer y el aire se había vuelto denso, pesado, tóxico. Intentaba respirar, pero era imposible. Volvía a ser presa de la asfixia.

Uno, dos, tres. Bajo el chorro de agua los segundos parecen haberse normalizado. Hay burbujas de jabón volando por el cuarto de baño y el gel de lavanda huele realmente bien. Las luces se han vuelto suaves y la espuma ha cubierto su cuerpo de fina nieve caliente. El agua le trae paz y buenos recuerdos. La ansiedad antes vivida se desvanece como una lejana pesadilla al final de un túnel borroso, muy borroso. Su corazón se ralentiza y se calma. El aire vuelve a inundar sus pulmones al ritmo de siempre. Se frota el pelo con calma y disfruta del movimiento de sus dedos. Vuelve a ser una niña y chapotea en la bañera. Tras la cortina del baño, una sombra intenta asustarla. Es negra, grande y difusa. Pero no puede entrar. La barrera de su mundo se cierra y no está dispuesta a abrirla pase lo que pase. La sombra espera sin prisa. Quiere hacerle daño, al menos eso piensa ella, pero esta vez no lo hará.