12 jun 2014

Lejos





La vida se ha detenido en mitad de una carretera perdida y solitaria.  Pasan los coches lentos como los recuerdos y las luces frías iluminan el asfalto cubierto de nieve. Solo. Totalmente solo. Es una ciudad que no conoce, llena de personas que caminan con rapidez. Nadie se detiene. Nadie lo ve. Es una tarde extraña y fría, es un lugar triste para pensar. La casa está muy lejos, ya no lo abraza el calor de ninguna chimenea y sabe que, a pesar de todo, nunca volverá...

En silencio contempla las últimas imágenes que se han registrado en su memoria. Pasan sin pena ni gloria los segundos y, entre la maraña de sus pensamientos, son pocos instantes agradables los que logra rescatar: la risa de los niños, alguna canción, los abrazos de los visitantes, la pelota verde. Aunque ha decidido huir y sabe que a veces lo mejor es alejarse, su vida no siempre fue tan gris. Hubo un tiempo en que la casa estaba llena de mariposas y los rayos del Sol se colaban por las ventanas. Los niños jugaban, la música llenaba las estancias de ilusión y color. No entiende cómo, no sabe cuándo, pero un día llegó la tormenta y todo su universo se quebró.

No ha podido llevarse nada, sólo viajan con él un collar, unas galletitas y su pequeño corazón. Se siente abandonado, decepcionado, maltratado. Siempre fue ese amigo fiel que soñó con hacer de aquella casa un lugar feliz y soleado. Fue el mejor compañero, y también un gran hijo. Nadie supo darse cuenta, nadie pudo valorarlo hasta que sin previo aviso los dejó.

Sabe que no debe mirar atrás, que los recuerdos son muy traicioneros. La calle está sucia, los coches lo amenazan y tiene hambre. Sin embargo, hoy se siente libre. Se sienta porque sabe que tiene derecho a descansar, a esperar algo mejor. Sabe que hoy está solo, pero ha encontrado su camino. Un nuevo camino. El miedo y las dudas ya no son una opción. El mundo le pertenece, es el dueño de los sueños que guarda bajo llave dentro de su corazón.