29 sept 2009

Faro de Lisboa



Faro que alumbras al mundo, por encima de la tempestad, devuélveme la esperanza y que brille mi estrella. Pero no en soledad, oye mi voz, mi última oportunidad.

Faro que alumbras al mundo, alumbra mi vida.

Hoy reposan en silencio, uno siempre junto al otro, aunque en alma y papel. Por fin se unieron sus vidas, volcando las dos maletas sobre su mar a la vez. Otra historia como tantas, de amor y de mala suerte y de un destino traidor.

Pero en el puerto en Lisboa, cuando la luna te aplasta, alguien canta esta canción.

Faro que alumbras al mundo, por encima de la tempestad, devuélveme la esperanza a y que brille mi estrella. Pero no en soledad, oye mi voz, mi última oportunidad.

Faro que alumbras al mundo, alumbra mi vida.



Revólver

25 sept 2009

Destino

Las teclas del viejo piano le recordaban el color de aquellas tardes tiernas, dulces, de su infancia. Salió de su casa, cerró la puerta y se sumergió entre los transeúntes de un día cualquiera. El cielo estaba húmedo y las calles respiraban repletas de luces, voces y aromas. Al pasar cerca de la plaza, la joven se adentró en un callejón desconocido y fascinante. Le llamó la atención una pequeña librería de segunda mano, casi escondida, que exhibía un conjunto de libros antiguos de poesía. Entró.

El encargado, un hombre mayor con el gesto sereno y agradable, le saludó mientras intentaba poner un poco de orden entre aquel inmenso tumulto de libros llenos de polvo y olvido. Ella, sin decir nada, le sonrió. Las estanterías guardaban los mejores secretos de los más sensibles poetas del pasado y, sus libros, esperaban impacientes que algún alma triste se acercara. Las manos de la joven parecían ser el mejor lugar para esos amigos que se morían por liberar tantas palabras.

La joven, curiosa, abrió un libro flaco de tapa gris y leyó una página cualquiera de un desconocido poeta: "El otro día, en conversación con un amigo, le dije que quiero que me dejen en paz, y dedicarme a lo que me quiero dedicar. No ocurrirá. El tiempo se acaba, el tiempo se acaba. Esta noche, como metáfora o como símil." Se trataba, sin duda, de un hombre extraño, misterioso. Mientras leía, a ella le pareció que ese hombre era más que un solitario escritor. Tenían algo en común. Pensó en ella misma, en su vida. Muchas veces también le gustaría que la dejaran en paz, poder seguir su camino ajena a los demás.

Intentando salir de sus nublados pensamientos, se dispuso a dejar el libro en su sitio y, como si fuese un milagro o una revelación, algo cayó desde una de las páginas hasta los pies de la chica. Se trataba de un billete de avión. Alguien debió haberlo olvidado algunas décadas atrás. Lo acarició con sus dedos y, sólo entonces, comprendió qué era lo que debía hacer. Rápidamente, guardó el billete en su bolsillo, dejó el libro y se despidió del encargado. Radiante, feliz, enigmática, más bella... La pequeña mujer miró al cielo, sonriente, y se dirigió hasta su apartamento. Hizo una llamada de teléfono. Tuvo suerte. Cerró las ventanas, apagó su lámpara roja. Guardó la ropa en la maleta, metió algunas cosas más y cerró de nuevo la puerta. El avión salía a las cuatro y media. No podía perderlo. No esta vez. Esa oportunidad nunca se decidiría a volver. Quizás ella tampoco.

Aunque tú no lo sepas


Aunque tú no lo sepas, me he inventado tu nombre, me drogué con promesas y he dormido en los coches.

Aunque tú no lo entiendas, nunca escribo el remite en el sobre, por no dejar mis huellas.

Aunque tú no lo sepas, me he acostado a tu espalda y mi cama se queja, fría, cuando te marchas.

He blindado mi puerta y, al llegar la mañana, no me di ni cuenta de que ya nunca estabas.

Aunque tú no lo sepas, nos decíamos tanto con las manos tan llenas, cada día más flacos... Inventamos mareas, tripulábamos barcos, encendía con besos el mar de tus labios.

Y toda tu escalera.

20 sept 2009

Mañana



Esa mujer sigue viviendo en un pasado remoto, quizás en los años setenta. Sueña con las flores, con ideales desgastados por el tiempo y con una libertad que hoy importa a unos pocos nada más. Sus ropas, como ella, salvajes y excéntricas. Su indómita melena, vuela danzando con el viento. Se detiene, tira una pequeña piedra al agua de un río cercano. Hoy no puede ver nada claro. La piedra, al caer, ha dibujado unos círculos que se expanden, como su imaginación. 

Al fondo, la ciudad dibuja un paisaje gris, taciturno, solitario. Ella se abraza a su abrigo, y no se siente demasiado segura de tener que volver a empezar. Qué más da. Mañana tendrá que despertar, mañana sus pasos se perderán al caminar. Verá renacer la vida entre las calles, entre desconocidos que vienen y van. Quién sabe qué más verá. Hoy el cielo está triste, como su pequeña sonrisa. La nostalgia la invade y se siente indefensa al respirar. Piensa en el significado de aquel quizás. El viento de otoño agita las hojas que dormitan ya en el suelo, los árboles se resignan a esperar el paso del tiempo. Pero ella no. Ella se aferra a un sueño, saca fuerzas de su bolsillo ennegrecido para no mirar atrás. Quién sabe si aquellos momentos olvidados volverán. Hoy no sabe olvidar, no quiere llorar. Esperar, sólo le queda esperar. Esperará sin voces, sin palabras, sin risas, sólo esperará.

Se aleja del antiguo puente. El cielo la vuelve a mirar. Acaricia con sus dedos un mechón de su pelo, suelta de golpe el aire al respirar. Al fondo, la ciudad la está aguardando. Camina, al fin, sin pensar en nada más. Tiene que volver a empezar.

18 sept 2009

Amélie


-Esa chica del vaso de agua... Creo que está distraída porque está pensando en alguien.


-¿Te refieres a alguien del cuadro?



-No, quizá un chico con quien ella se cruzó y le dio la impresión de que los dos se parecían.



-Ah, osea que ella prefiere imaginarse una relación con alguien ausente, que tener una con los que están a su lado.



-No sé... Quizá sea lo contrario y ella se desvive por arreglar la vida de los demás.



-¿Y de ella? ¿De todos los desarreglos de su vida quién se ocupará?


-En mi opinión, es mejor dedicarse a los demás, que a un gnomo de jardín.


14 sept 2009

Tormenta

Cae la tarde y el ceniciento cielo se deshace en forma de diminutas gotas de agua que llegan a morir hasta el asfalto. De repente, el silencio se quiebra por un trueno amenazante, por las luces de un relámpago que arde. Arde como su corazón.

A ella siempre le gustaron las tormentas, sobre todo por el miedo tan intenso que sentía incluso cuando estaba dentro de casa, asomada a la ventana. Esta tarde la tormenta no la asusta. Deambula al son de los pasos de algunos que un día fueron sus amigos, o eso pensaba ella. Hoy todos se han hecho mayores y se resignan a compartir momentos insípidos, simples y cómplices como los de esta tarde. Haciendo de todo y de nada.

Cerca de ellos, dos mujeres muy viejas hojean sin pasión una revista. Están sentadas en un banco tan o incluso más triste que sus miradas. Otro relámpago ilumina la calle. Ellos siguen andando y, al fin, encuentran un rincón donde poder continuar en seco deshojando las horas vacías. Frente al grupo, un puñado de niños juegan, corren, se mojan ajenos a la languidez que el crecer les depara. Quién sabe qué sinsabores les esperan a la vuelta de la esquina. Pero parece que no les preocupa. Suena otra carcajada divertida que da color al tejado gris.

Bajo la lluvia (que parece decidida a quedarse), ella reanuda su caminar y termina metida en una habitación donde tres músicos, entrados en los treinta, discuten la manera de hallar un acorde adecuado para un tema que les lleva de cabeza. Allí, ella vuelve a chocarse contra los enigmáticos ojos de él y piensa que más de uno está teniendo al mismo tiempo un mal día. Una llamada de teléfono la devuelve a la realidad. Una historia del pasado que aún plasmada en el presente, le recuerda una batalla perdida de entre tantas otras más.

La tarde avanza muriendo, como las gotas al estrellarse... En mitad de la tormenta, ella se aferra a los brazos de un amor que desde lejos la llama; a los brazos del ausente con quien sueña reencontrarse.

12 sept 2009

París


Ella sueña con París.
Pasea solitaria por una acuarela
en la que acordeones y gentes
se tiñen de gris.

Ella sueña con París.
Se imagina camarera
de cualquier cafetería,
entre rombos de arlequín.

Sus tacones, su larga falda:
protagonistas en un jardín
donde deambula, solitaria,
quien podría ser llamada
Margot, Juliette o Amélie.

Ella sueña con París
y se imagina al hombre triste
-Jean-Paul, Nino, ¿Quién sabe?-
al que anhela descubrir.

Con un libro y una rosa,
bajo el cielo de París,
la muñeca más hermosa
lanza al aire, con su boca,
un beso color carmín.

Y en las noches desalmadas,
mientras abraza a su almohada,
para poder sonreír...
Ella sueña con París.

Il faut faire de la vie un rêve, et faire d'un rêve une réalité... –Pierre Curie-



Eclipse


¿Dónde se oculta todo el amor que cabe en un instante? 
¿Adónde van todos los instantes que caben en el amor?
Deshojando lágrimas y atardeceres, veo arder al frío en este eclipse de sol. 
Destruyendo este muro hecho de estrellas, hoy soy el silencio que ahoga tu voz.

Abrazado a tus ojos, el viento grita en esta cárcel que ardió. 
Derramado entre flores, el fuego viste de gloria al dolor... 
Aferrándome a esta cuerda mientras sostengo nuestro reloj, veo arder al frío en este eclipse de sol.


La despedida de las hojas


Se desprende. La rama no parece ser tan fuerte como para aferrarla un poco más. Ya es tarde, se cae. Otra hoja más. Empujadas por el aliento del viento, las melancólicas hojas se despiden del que hasta este momento había sido su hogar. Pese a que el sol todavía brilla imperante, la inminente llegada del otoño las arrebata sin más.


Ya se fueron. Paisajes y playas se despiden de los veraneantes que penetraron en su intimidad. Las pobrecillas neveras azules regresan a sus casas con muchas historias que contar. Los bosques, con lágrimas, derrotados por el fuego recuperan el aliento, tras otro verano más. Adiós a los carritos de helados que buscaban una sombra en cualquier esquina de la ciudad. Adiós a los vendedores ambulantes, feriantes, nómadas que viajan con un bolsillo que llenar. Adiós a los pobres turistas que agotan sus cámaras entre tanta marabunta. Adiós calles, adiós terrazas, adiós a las noches en los parques y plazas. Comienza, lenta pero segura, la despedida de la etapa estival. Y ahora, a todos nosotros, nos queda volver a empezar. Cojan aliento, señoras y señores... Pero eviten caer en las garras del síndrome postvacacional.


Son muchos los que afirman que su año nuevo comienza en enero. Sin embargo, para muchos otros, septiembre se convierte en su propio renacimiento. Es entonces cuando deciden olvidar y empezar, finalmente, aquella imposible dieta, una rutina en el gimnasio o quién sabe qué otra cosa similar. En septiembre regresa la vuelta al cole -con el Corte Inglés-, regresan los despertadores, las prisas, el metro, los atascos... Los colegios se visten de voces y gritos infantiles tras un largo letargo. Las bibliotecas y las aulas recuperan su humanidad. La rutina amenaza con volvernos a atrapar. Pero no pasa nada, tenemos -eso espero- cuerda para mucho más.


Marrón, naranja, tal vez amarillo. Los paisajes se cubren con un manto cálido y entrañable que rememora el olor de las castañas asadas, de la madera empezando a consumirse en el fuego, de las tardes nostálgicas de lluvia en las que el cielo se deshace a lágrimas en los cristales. Vuelven los paseos taciturnos con la compañía de una chaqueta, de un viento suave, de muchos recuerdos que jamás se podrán borrar. Hallar, al fin, lo más hermoso mientras la noria de la vida vuelve a dar un giro más. Se desvanece el verano, el otoño vuelve a entrar.


Sigues caminando y, de pronto, se desprende. La rama no parece ser tan fuerte como para aferrarla un poco más. Ya es tarde, se cae. Otra hoja más. Empujadas por el aliento del viento, las melancólicas hojas se despiden del que hasta este momento había sido su hogar. Y todo vuelve a comenzar.





11 sept 2009

Por amor


¿Quién no ha escuchado alguna vez en su vida alguna de las frases pertenecientes a la lista interminable de cosas que se hicieron, se hacen, que se harían o que nunca llegarán a hacerse por amor?


Por amor, hombres y mujeres derramaron sangre, besaron banderas, abrieron fuego, partieron hacia lo desconocido o perdieron hasta lo que no tenían. Amor por un pedazo de tierra, amor por lo propio, amor por un país, por un ideal, amor por lo que ni siquiera sabían, amor que les hizo perder. Por amor se inventaron mareas, se bebieron los mares, se asolaron las tierras y defendieron ideales. Por amor Jesús, el Cristo, se vistió de sufrimientos y perdonó a los mortales. La historia, testigo inequívoco de nuestras hazañas y atrocidades, emerge de nuevo como la lluvia en los cristales.


Son muchas (incluso demasiadas) las veces que, por amor, se cometen acciones que atentan -qué irónico- contra aquello que más queremos: "La quería tanto, que la mató". Nuestros televisores vomitan diariamente noticias desalmadas que, además de formar parte de nuestra pasiva rutina, nos recuerdan -si es que todavía hay alguien que les preste atención-, que la cifra de mujeres asesinadas por sus parejas, amantes o ex-parejas asciende hasta alcanzar una cantidad que horroriza. Sin embargo, la causa principal de esas injustas y repentinas muertes vuelve a ser que, los responsables, parecían sufrir un pequeño -e imperdonable- error en su diccionario. Parece ser que no conocían el verdadero significado del amor. Por amor a una nación se pierde inútilmente la vida en combate, por amor al poder se somete al más pobre sin compasión. Por un amor egoísta y terrible, la muerte consigue convertirse en canción.


Pero hay más. Las personas nos movemos impulsadas por el motor amor, aunque muchas se nieguen a reconocerlo. Por amor al arte, por amor al dinero, por amor a nosotros mismos realizamos lo impensable. Por amor, la gente cree que desempeña algo productivo, inclusive cuando en su vida no hay ni un solo vestigio de amor. Dejando de lado posibles paradojas se podría hablar, también, de aquellos individuos temerosos que, por amor a su mundo idílico y a una realidad inventada, no son capaces de arriesgarse por ir detrás de una convicción, de una oportunidad, de un sueño. Por amor, la gente hace, pero también deshace y, cómo no, deja de hacer. Por amor, algunas personas consiguen la felicidad de otras, pero por la misma razón la destrozan.


Hoy se cumplen 8 años de uno de los acontecimientos más escalofriantes de la historia y, sin embargo, también este episodio estuvo marcado por el amor. Hoy vuelve a mi mente el réquiem por todos aquellos que desaparecieron bruscamente a causa de un inesperado atentado que ahogó nuestra respiración. En aquel trágico episodio, unos individuos dieron su vida y la de tantos inocentes por amor a un terror que no escuchó. Por amor al dolor y a la violencia, el más retorcido plan con éxito finalizó. Por amor a lo impensable, la muerte calló a la vida, y el horror abrazó sin piedad a la gran ciudad dormida. Por amor, aquella mañana los que quedarían asolados recibieron en sus teléfonos llamadas y mensajes cargados de emoción, marcados por el adiós. Por último, tras esta mancha imborrable en nuestros libros, por amor al patriotismo, guerras y llanto empezaron, inútiles intentos de encontrar la justicia donde jamás existió.



Tal vez, el verdadero amor se decida a deambular por nuestra vida un solo segundo. Tal vez, el verdadero amor nos esté intentando acercar a la respuesta que logrará sacarnos de nuestro absurdo mundo. Quizás creemos ser capaces de vivir protegidos por una ridícula coraza de frialdad y miedo que nos impide rozar con nuestras manos un ápice de lo que comprende el amor. Nuestra realidad compartida nos dice que, hoy por hoy, son pocas las garantías. El riesgo está ante nosotros, y debemos correrlo. El amor ya no es aquel reducto de palabrerías comprendido en los libros de cuentos. El amor no debe ser una excusa gracias a la cual manipulemos, destrocemos o asesinemos a otros. El amor no debe ser la cárcel, debe ser la llave de nuestra celda, cerrada por nuestro más absoluto y terrible egocentrismo.


Dejemos que el amor fluya, que nos invada, que nos transforme. Dejemos que el amor, tenga la forma que tenga, nos libere de las cadenas del miedo, de la atrocidad y de la tristeza. Que, si se decide y llama a nuestra puerta, no sea nuestro ensombrecido corazón quien le niegue la entrada. Dejemos que el amor nos devuelva la esperanza y nos abra la mirada. Un buen uso del diccionario es la mejor recomendación... No vaya a ser que nos olvidemos de lo que significa el verdadero término y despertemos, otra vez más, a nuestra amiga destrucción.