12 sept 2009

La despedida de las hojas


Se desprende. La rama no parece ser tan fuerte como para aferrarla un poco más. Ya es tarde, se cae. Otra hoja más. Empujadas por el aliento del viento, las melancólicas hojas se despiden del que hasta este momento había sido su hogar. Pese a que el sol todavía brilla imperante, la inminente llegada del otoño las arrebata sin más.


Ya se fueron. Paisajes y playas se despiden de los veraneantes que penetraron en su intimidad. Las pobrecillas neveras azules regresan a sus casas con muchas historias que contar. Los bosques, con lágrimas, derrotados por el fuego recuperan el aliento, tras otro verano más. Adiós a los carritos de helados que buscaban una sombra en cualquier esquina de la ciudad. Adiós a los vendedores ambulantes, feriantes, nómadas que viajan con un bolsillo que llenar. Adiós a los pobres turistas que agotan sus cámaras entre tanta marabunta. Adiós calles, adiós terrazas, adiós a las noches en los parques y plazas. Comienza, lenta pero segura, la despedida de la etapa estival. Y ahora, a todos nosotros, nos queda volver a empezar. Cojan aliento, señoras y señores... Pero eviten caer en las garras del síndrome postvacacional.


Son muchos los que afirman que su año nuevo comienza en enero. Sin embargo, para muchos otros, septiembre se convierte en su propio renacimiento. Es entonces cuando deciden olvidar y empezar, finalmente, aquella imposible dieta, una rutina en el gimnasio o quién sabe qué otra cosa similar. En septiembre regresa la vuelta al cole -con el Corte Inglés-, regresan los despertadores, las prisas, el metro, los atascos... Los colegios se visten de voces y gritos infantiles tras un largo letargo. Las bibliotecas y las aulas recuperan su humanidad. La rutina amenaza con volvernos a atrapar. Pero no pasa nada, tenemos -eso espero- cuerda para mucho más.


Marrón, naranja, tal vez amarillo. Los paisajes se cubren con un manto cálido y entrañable que rememora el olor de las castañas asadas, de la madera empezando a consumirse en el fuego, de las tardes nostálgicas de lluvia en las que el cielo se deshace a lágrimas en los cristales. Vuelven los paseos taciturnos con la compañía de una chaqueta, de un viento suave, de muchos recuerdos que jamás se podrán borrar. Hallar, al fin, lo más hermoso mientras la noria de la vida vuelve a dar un giro más. Se desvanece el verano, el otoño vuelve a entrar.


Sigues caminando y, de pronto, se desprende. La rama no parece ser tan fuerte como para aferrarla un poco más. Ya es tarde, se cae. Otra hoja más. Empujadas por el aliento del viento, las melancólicas hojas se despiden del que hasta este momento había sido su hogar. Y todo vuelve a comenzar.





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