18 ago 2011

Que Dios les pille confesados, a poder ser







No tengo ganas de encender la televisión. Estoy cansada del tema. Estoy cansada hasta de las sonrisas de los presentadores de informativos cada vez que se refieren a la JMJ, o Jornada Mundial de la Juventud. Soy creyente, pero no católica. Muchas personas en mi familia tampoco son católicas, pero otras sí. Sea como sea, ninguno de nosotros nos identificamos con las miles de personas que compran como locas recuerdos y más recuerdos de este idílico encuentro que se celebra en Madrid estos días. Desde pequeña he escuchado muchas cosas acerca de Jesucristo, y otras muchas sobre su vida, su testimonio y sus valores. Leo la Biblia, que para mí es como un manual de instrucciones que no pasa nunca de moda, sin el cual no me gustaría vivir.

Aunque creo en Dios, nunca he presumido de ello. Aunque tengo fe en Jesucristo, mis pies van pegados al suelo y yo no vivo en una burbuja. Vivo en un país que tiene, a mi parecer y al de muchos que piensan como yo, problemas muy serios que en la JMJ parecen no importarle al Papa, ni a los obispos, ni a nadie. Estos señores parecen haberse confundido con los que supuestamente deben ser los valores del que cree ser un "intermediario de Dios" en nuestro planeta. Este encuentro multitudinario, por muchos millones de euros que genere gracias a las mochilitas, gorras, llaveros y demás recuerdos que se venden como roscas cada día, no nos convence. Celebraciones como las de la JMJ nos hacen recordar -al menos a mí- que España sigue a la cola de otros países a los que quizás tengamos que emigrar en los próximos años. Aquí todavía queda un atractivo remanente de fieles que parecen estar deseando vivir en aquellos "maravillosos" años de miedo, injusticia y represión. España, por voluntad propia o a la fuerza, ha tenido que avanzar, aunque con bastante torpeza. Vivimos en una sociedad obligada a perseguir nuevos valores y necesarios derechos. Perdóneme, señor Rouco, pero España is a bit different del pasado.

El espectáculo ha traspasado la televisión, el cine y Gran Hermano. Sólo hay que dar una vuelta por el Retiro de Madrid. Cientos de confesionarios esperan que jóvenes sin trabajo y sin casa abran su alma y confiesen sus pecados. Cientos de puestos arrasan con las ventas de objetos oficiales y falsos. Miles de peregrinos se asfixian en la capital española mientras lucen sus preciosas mochilas. Las grandes empresas se benefician, los tiburones se engordan y a los ciudadanos normales y corrientes, que nos den. Quizás muchos de esos chicos y chicas de mi quinta que cantan y celebran la visita del Papa en Madrid terminen pronto sus estudios y no encuentren trabajo. Quizás esos chicos no puedan comprar nunca una casa, ni formar una familia, porque no tendrán dinero y deberán hasta los euros en los que después de la JMJ ha quedado valorada su fe. Quizás esos chicos y chicas tengan que viajar por el mundo en busca de un futuro decente, pero no necesitarán maleta. Ya tienen su mochila de la JMJ para llevarla a todas partes.

Como he dicho antes, he escuchado muchas cosas acerca de la fe y de Dios desde mi infancia. Voy a la iglesia (evangélica bautista) los domingos y he conocido a personas creyentes que me han marcado de por vida. He estado en el Vaticano y en muchas iglesias católicas. He hablado con muchos creyentes católicos y me asombra lo que leo y lo que veo sobre la JMJ. Qué quieren Rouco y compañía que les diga... De las cosas que sé sobre Jesús a día de hoy (y de las cosas en las que creo y que reafirman mi fe), ni Cristo se paseó por Galilea subido a un "Cristomóvil" de madera, ni vendió sandalias con su firma, ni habló desde la ventana más alta de su fortificación. Jesús, en su paso por aquí, se relacionó con todos los sectores de la sociedad de la época (especialmente con las personas rechazadas, vulnerables y marginadas). Jesús se desplazó en barca o a pie, y dio su comida, sus ropas y hasta la vida por los demás. Jesús nunca organizó jornadas multitudinarias para enriquecer a los ricos y empobrecer -más si cabía- a los pobres. Jesús multiplicó panes y peces; lloró y rió con todas las personas sin distinciones ni favoritismos. Demostró lo que era la compasión y el amor, pero nunca sobresalió por la calidad de sus vestidos, ni por los escándalos sexuales de sus compañeros, ni por haber tenido un pasado turbio y la mente retrógrada.

Espero que la JMJ genere muchísimos millones, parte de los cuales puedan enviarse a Somalia o a cualquier otro país del estilo (es sólo un pequeño ejemplo), o puedan servir para ayudar a tantos españoles y españolas que dependen del banco y de la Divina Providencia para subsistir. Espero que los confesionarios del Retiro sean un éxito y que los adorables confesores se hagan con los secretos más oscuros de las almas de los jóvenes. Espero que, como en el dicho, Dios les pille a todos confesados antes de que caigan desmayados por el calor o que el sol de Madrid les derrita el poco cerebro que les queda.