29 sept 2012

Y llueve

Llueve, y las ventanas están dormidas. Su luz refleja las melodías de mil gotitas que ya resbalan. Llueve, y los cristales están cerrados. Tienen miedo tras un verano que derritió aquellos tejados donde hoy duermen los secretos. Las gotas se agolpan, se estrellan, se fusionan. Las calles se ahogan, el viento destroza en cada estanque mi reflejo.

 Miro por mi ventana. Veo llover sobre los charcos y me estremecen los relámpagos. Entonces pienso que hubo otro tiempo donde creímos ser eternos. Lo fuimos, lo fueron aquellos segundos apresurados. Veo la playa de arena gris, los jardines mojados y los tristes tejados de París. Torres enfermas, hombres de traje, nubes muy negras, hambre de viajes.


Miro por mi ventana. Alguien corre, las farolas se apagan y caen, dobladas, las antenas. Vuelve un rumor conocido. Una sensación dentro del jersey. Un olor a pan recién hecho y a mermelada de fresa. Oigo crujir en mi boca las castañas. Vuelvo a mirar y, ¿qué veo? Otro otoño que se acerca, que se advierte, que se espera. Otro otoño para ahogar las lágrimas y las palabras que nunca dijimos. Esas palabras que ya nadie dirá, pues como las hojas caducas, todo lo que no se dijo y lo que ya se hizo en el otoño morirá. Entonces sólo habrá sombras. Sólo recuerdos.