17 ene 2017

La maravilla de tu cuerpo


Ay, amor mío,
qué terriblemente absurdo
es estar vivo
sin el alma de tu cuerpo,
sin tu latido.

(Aute)




No guardo recuerdos más claros que tu cuerpo.
Cuidadosamente lo dibujo, con los ojos llenos de lágrimas,
con una maraña de cristales en mis ojos.

De ti no sé nada. ¿Dónde estará ese templo perfecto?

No es una persona ni una cara lo que amo.
Es la imagen de un cuerpo (tu cuerpo) en la que entre sueños me veo arder.

Recorro el parque de la música. Rebusco en los rincones.
Vuelvo a leer nuestras mil y una noches.
Rozo las viejas paredes de cal, tan frías, tan familiares.
Dos iniciales con pintalabios granate. Dos idénticas iniciales.

Como un niño en día de feria, entre gitanas y luces,
como quien descubre la teoría heliocéntrica,
subías con prisa hasta la plaza.

La piel blanca, las marcas del acné pueril.
La carne temblorosa como un aleteo de esperanza.

Muchos años después te invoco joven y enigmático sobre tus piernas.
Sonaban los ecos de los ladridos nocturnos.
Nos sorprendía la brisa de la madrugada de agosto.
Se enfriaba el agua en la piscina.
El césped se convertía en el colchón más blando.

No lloro recuerdos más exactos que tu cuerpo.
Venías sigiloso por la esquina, desde la carretera.
Bailábamos felices en mitad de la verbena.

Inútilmente llenaría mil hojas describiendo la belleza de tus manos.
¡Ay, aquellos dedos creados por la locura! ¡Oh, la solemnidad del mármol en tu estómago tallado!
¡Oh, la exactitud de tu perfil de estatua griega!

Por los jardines y solares adivinaba tu olor.
Los gatos nos miraban salir a tientas del garaje.
Las cajas de botellines en la puerta del bar.
Millones de estrellitas chocando en la lluvia estival.

¡Ay, la fugacidad de aquellos encuentros torpes!
¡Oh, la sal de tu cuerpo adorable sobre mi boca suave!

No sufro recuerdos más vivos que tu cuerpo.
Trato de enterrar su cadáver, pero regresa a paso lento.

Etrusco de piedra y sin vello. Brazos donde quedarse a dormir.
En las raíces de tus venas toda la sangre de mi corazón adolescente.

Pero yo te necesitaba así, te quería así:
fui allí para encontrarte, para recuperarme en tu mirada.
Escondidos todavía nos observo y nos escucho reír.

Hay personas que se aferran a un nombre (Fernando, Eduardo, Manuel).
Yo recuerdo un pajarillo inquieto en tus rodillas al que también quería.
Tú nunca supiste (o eso decías) conocerme.

Hay quien se enamora de palabras.
Nuestras promesas sólo fueron carne de papel.

Yo vivo encadenada a un cuerpo sin dueño, sin cara, sin él.
Es la imagen de un desnudo digno, venerable, exquisito.
Un recuerdo precioso, intocable y, por qué no, cruel.

Cada noche a altas horas se despiertan mis labios.
Cada mañana se rasgan y se queman por la misma sed.
Entonces me levanto de la cama.
Me persigue todo el día un enfado insoportable.


12 ene 2017

So long, Leonard


Like a bird on the wire,
Like a drunk in a midnight choir
I have tried in my way to be free.



Esta noche hay una fiesta sorpresa en la azotea del Chelsea Hotel.
Una larga mesa en la que cuelgan manteles bohemios se extiende entre cojines bordados, ceniceros, botellas de vino tinto y guitarras.
A un lado, Suzzane con su famoso chubasquero azul. Al otro, la cautivadora y siempre rubia Marianne. La electricidad es cada vez más tensa en su duelo de miradas.

El horno emite un chillido y el reloj de cuerda marca las nueve. Llaman a la puerta. El melancólico señor del sombrero negro y aire gipsy está a punto de entrar. Algo le dice que le estaban esperando.

Bowie, Prince, Lorca, Joplin, Michael y otros enigmáticos invitados se frotan las manos ante la emoción de tal esperado reencuentro. Quedaron muchas preguntas por responder.

Los dos ángeles que hace décadas protagonizaban aquella polémica portada vuelan desnudos sobre la terraza y, mientras levantan sus trompetas con alegría, pasean sus sexos con entusiasmo y sin pudor.

En el cielo no hay censura.