...¡Pero si llevas la etiqueta colgando!. Ya sé por qué nos miraba mal aquella chica rubia, está claro. ¡Llevas la etiqueta puesta!... ¿Yo no la tengo, verdad?. Venga, va, no te lo quites, vamos a ver cuánto aguantamos. Mira, mira, el panel dice que la temperatura es de 29ºC. ¿Has visto la cara que ha puesto ese hombre?... ¿Crees que habremos salido en la foto de ese tipo?. No te lo quites, anda, aguanta un poco más...
Qué sencillo es caminar por la ciudad cuando no tienes nada mejor que hacer. Qué sencillo es encontrar un lugar donde comer cuando estás feliz y tienes la compañía de alguien que te comprende y comparte tu pequeña -o grande- locura, tus preocupaciones, tus sonrisas. Kilim, comida turca. Sentadas en la terracilla nos integrábamos en la mañana de aquellos paseantes mientras, curiosas y divertidas, escudriñábamos el menú rebosante de platos turcos. Qué bueno todo. Luego, aquella tienda llena de sorpresas. Qué objetos tan exuberantes, no podíamos ni imaginar cómo se aprenderá a usar esas cosas, tampoco nos preocupaba demasiado. Demasiado para nosotras. No era ese nuestro sitio, pensábamos entre carcajadas. Al llegar al estante, más tarde y ya en otra tienda completamente distinta, algo nuevo nos estaba esperando. El otoño ya era invierno, a pesar del calor, y los tibios gorritos de lana parecían llamarnos: ¿Nos lo compramos, no?. Yo me quedo con el negro. Creo que a ti te quedaba muy bien el de antes, el marrón. Voy a dejar el rojo, me parezco a Wally, ¿no?... Mira qué bonitos, se pueden colocar de varias maneras y todo. Venga, pagamos y nos lo ponemos ya.
Salir, mirarnos, descubrir nuestras cabecitas cubiertas con ese cálido y suave gorro de lana. Ver las caras de asombro de tantos que, buscando una sombra desesperados, nos señalaban. Andar más rápido, parar. Disfrutar descubriendo todas esas amargas caras. Nos daba igual lo que pensaran, nuestra complicidad era lo único que importaba. Era 30 de octubre, hacía un día absolutamente veraniego y llevábamos un gorrito de lana. Queríamos imitar a las mujeres parisinas, lo queríamos todo y a la vez no queríamos nada. Éramos libres, hacíamos lo que nos daba la gana.
(Esta entrada va por ti, y por nuestra mañana... por esos momentos y nuestros gorros de lana.)
M'agraden els nostres “gorros”. M'agradaren els moments que passarem amb ells. “Em pense que ens miren perque..fa un día de calor, i portem un “gorro” de llana al cap”. Però, ens abellia posar-nos-ho, què importa el que pogueren pensar aquells que, desconeguts, ens miraven amb estranyesa. M'encanten eixos moments, en els que sense perseguir res concret, aconseguim riure. Com aquesta entrada, que..al llegir-la, em fa riure. ^^ Supose que perque em recorda al que vam "caminar" ahir. :]
ResponderEliminarL.
Me gusta pasarme de vez en cuando por aquí, porque realmente se puede respirar un aire parisino... Ya te dije que me gustaba mucho tu blog, pero la canción que suena cuando lo abres es increíble. Me encanta.
ResponderEliminarUn beso
Cómo he sabido en seguida que era por Llum, sobretodo en lo de la comida turca.
ResponderEliminarQué guay.
Me causó mucha gracia esta entrada, y cuando leí el primer comentario entendí con quién estabas con los gorros de lana con el calor que hace. Por cierto, coincido, la canción del blog es hermosa
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