16 oct 2009

Tu mano


En el silencio de esta habitación, se ahoga un grito que me exprime el corazón.

Abajo, en la calle, las primeras hojas de Paris duermen en el letargo, mientras tú todavía no has vuelto. La ventana me sonríe, tímida, ya se acerca la hora.

No bastan días, minutos ni segundos. Ni una vida me basta para desnudar el tiempo contigo. Acaricias mi mano en la sombra de la noche, dentro de tu jersey puedo encontrar el abrigo.

Podemos bailar, recorrer las grises calles y los largos senderos de adoquines que se dibujan bajo los altos y cenicientos tejados de la urbe. Podemos condenar al tiempo para que muera en una mirada, podemos cerrar los ojos y perdernos dentro de nuestras manos enlazadas.

Yo me habré ido, quizás nadie te hable desde esta habitación perdida entre arboles y trenes que susurran ilusiones. Prometo buscar en cada latido de estas cuatro paredes una vida contigo, prometo abrazarte con cada palabra de mis canciones.

El cielo se entristece porque se agota el reloj y no vienes. La nostalgia de las nubes el suelo humedece, mi alma suplica que un adiós nunca llegue.

Y, tras la puerta, me sorprendes deshojando la esencia de la felicidad, dulcemente contenida en la palma de tu mano.

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