24 dic 2009

¿Feliz Navidad?

La Navidad, sí. Esa época fría e íntima donde la gente se ilusiona más que nunca y las tarjetas de crédito sufren las peores consecuencias de la mano de un consumismo aterrador y hambriento. Entonces, las calles se llenan de luces, se adornan con más o menos gusto las casas y los árboles, se hacen caros regalos, se come bien y mucho y se colocan belenes con el niño Jesús aunque ni siquiera la gente se acuerda de Dios. Decía que en la Navidad la gente se ilusiona mucho, sí, se vuelve completamente ilusa y piensa que el tiempo se detendrá el día 31 de diciembre para que todos volvamos a nacer, más guapos, más ricos, más felices que nunca. Mentira. La televisión, el Corte Inglés, los famosos que nos enseñan (ni que fuésemos tontos) a meternos las 12 uvas "de la suerte" en la boca mientras lucen unos vestidos más propios de verano que de cualquier otra época (yo pensaba que en Madrid hacía frío también, no?) mienten. Luego está la lotería, está también ese simpático hombrecito viejo y gordito que reparte regalos a diestro y siniestro por todo el mundo, en una única noche y con la ayuda de unos renos. Qué irónico. Y es que la Navidad es muy irónica, sí, sí. Estoy convencida de que lo es.




La ironía navideña, voy a llamarla así, es muy fácil de comprender. En primer lugar, compramos mucho y comemos aún más cuando, en la mayor parte del planeta (que se encuentra ya sin apenas recursos naturales pero, en cambio, despilfarramos cantidades inimaginables de energía en preciosas bombillitas) la gente no tiene nada que llevarse a la boca, ni mucho menos tarjeta de crédito, ni tampoco regalos, ni por supuesto Navidad. Yo pensaba, de pequeña, que la Navidad era algo que se celebraba en todo el mundo, eso sí, de diferentes maneras (en algunos lugares con nieve, en otros con fiestas en la playa, con más o menos vacaciones, no sé.). Lo que yo desconocía era que millones y millones de niños como yo la "celebrarían" muertos de frío y hambre, siendo víctimas de guerras, esclavitud y muchas otras catástrofes. Si Papá Noel vuela con su trineo por todo el mundo, ¿por qué nunca se acuerda de todos estos niños?. Quizás la culpa es nuestra, pues ni valoramos la suerte que tenemos ni la compartimos con los que no tienen nada. Qué egoístas parecemos, no?. Pedimos deseos, recibimos y regalamos, pero gracias a las abismales diferencias entre nuestro mundo y el de afuera, la ironía sigue haciéndose más y más grande cada invierno.
La gente pasea, disfruta de los maravillosos escaparates pensando en ese regalo que le gustaría recibir. La gente escribe cartas a unos hombres muy simpáticos que vienen en camello todos los años y que se comen los turrones y las galletas que les dejamos bajo el árbol. La gente, en definitiva, hace muchas cosas en Navidad, incluso se reúne con personas a las que durante el resto del año no ve. Todos nos volvemos más buenos, más encantadores, más generosos... Sin embargo, nunca nos paramos a pensar en las personas que, mientras vamos de tienda en tienda, tiemblan de frío en un banco o tirados sobre una acera, sí, esos individuos tristes de ropa sucia que nos observan con la mirada perdida y sin esperanza. Tampoco pensamos en aquellos que no pueden ir al cine como nosotros, ni sentarse junto a la chimenea, ni saborear un chocolate caliente de su abuela... porque es muy probable que no sepan qué es el cine, que no tengan chimena, ni chocolate, ni abuela. Puede ser que estén solos, sí, pero sobre todo puede que estén solos porque nadie les recuerda. También están los que sí conocen la Navidad pero no pueden celebrarla porque están enfermos, porque han perdido su casa, porque no tienen ya familia, porque están en otro país lejos de los suyos en busca de una vida mejor y de un futuro más digno.


Sea como sea, la verdadera Navidad debe ser un tiempo de compartir, de agradecer, de valorar, de disfrutar sin necesidad de lujos, simplemente conservando el verdadero espíritu navideño, ese que te mueve a ayudar al más necesitado, al que llora, al que nunca sonríe. La Navidad, sí, ese tiempo que debe ser especial por las personas que nos acompañan (o por el recuerdo de las que ya no lo hacen), por los momentos que compartimos y no por el dinero que gastamos ni por los regalos que recibimos.

3 comentarios:

  1. Intenté expresar algo así, de forma más breve en mi entrada. Hay muchas Navidades, tantas como situaciones y personas en el planeta, y por eso la Navidad tiene muchas formas de interpretarse. Nadie tiene la culpa de ello.
    FELIZ NAVIDAD, y lo demás ya te lo dije! :)

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  2. si tots forem igual de generosos que per Nadal la resta de l'any, el món seria molt millor

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  3. Ya te dije, que las cosas a cámara rápida parecen tener poco o nada de significado. Pero esto, esto me supera...

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