19 may 2011

Arde la noche, Valencia quema






Muchas cosas importantes están pasando estos días en Valencia. La primavera golpea la ciudad con su fuerza y todo parece renacer, hasta nuestras esperanzas. Por fin un halo de luz. Por fin Valencia arde, y nosotros con ella. Se despiertan del invierno muchas luchas, luchas anónimas y compartidas que son de todos y de cada uno. Luchas pequeñas o grandes que tendrán ciertamente consecuencias.

Dos enamorados anónimos pasean por el centro de la urbe sin prisas. Entran en una tienda de discos antiguos que recién han descubierto, una tal Oldies, y allí se encuentran con algunos coleccionistas, con clientes que buscan lo más extraño. Compran una cinta de Joan Báez, grabada en 1976, y ella la guarda con cariño en su bolso. Salen, se pierden por los callejones y sus vericuetos. Comen algo que han comprado en una tienda de productos ecológicos. Sonríen, se cruzan con turistas y curiosos. Entran en una vieja casa donde un hombre y su perro inspiran poca confianza y huele mal. Todo asusta y les da miedo, no es lo que buscaban. Se han equivocado otra vez. Andan un poco más, de laberinto en laberinto. Llaman a varias puertas, algunas voces les sorprenden, como ese lugar que se hace llamar "Hostal del Cid Campeador". De pronto, un edificio rosa oscuro les sale al encuentro y no lo dudan. Es perfecto. Se quedan.

Una, dos, tres. Desde la torre de la iglesia las graves campanadas se instalan con ellos en una habitación donde la noche resucita y los tacones no cesan bajo el balcón. La madrugada promete. Un músico extranjero toca el violín en la plaza cercana, luego se oye un saxo y, por encima de ellos, cobra protagonismo un acordeón. Las notas arden, suena un tema de Sinatra y los enamorados se abrazan en la paz de su calor. La felicidad, piensan, está al alcance de sus manos... al menos por unas horas. La luna también.

Una, dos, tres y hasta ocho. El reloj avanza, la mañana no espera. La lluvia tampoco. Los enamorados de mi cuento salen de su refugio y avanzan con destreza entre calles, cruces, semáforos y aceras. Los turistas se agitan como hormigas, uno tras otro con algo cargado sobre la espalda. La pareja llega a la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, donde gente anónima y decidida, como ellos, se agrupa en busca de un presente y un futuro mejor. Desde el pasado día 15, ciudadanos de distintas edades e ideologías se unen sin descanso para defender sus derechos y manifestarse a favor de una democracia verdadera y renovada. Todos hablan, todos explican sus opiniones, todos hacen fuerza y se apoyan. La ciudad abre los ojos. La balanza empieza a equilibrarse y el pueblo resurge de sus cenizas, pese a lo que digan en los medios de comunicación y en esos programas basura.

Algo está cambiando en esta ciudad y en muchas otras del país. Los políticos temen que el despertar del pueblo les haga daño este domingo. Pero nuestros amigos jóvenes y mayores, como los enamorados de mi cuento, no tienen miedo. Mi pareja también forma parte de esas voces anónimas que arden, de esas víctimas inocentes que pagan y se quedan sin casa, sin trabajo y sin vida. Valencia quema, los ojos ya no duermen. Caminamos entre sombras, rodeamos abismos presos de nuestra ceguera. Hay un mañana que no espera. La energía y la lucha, como el amor o la felicidad, son eternos mientras duran. Pues que duren, que no mueran. Arrasemos el teatro.





3 comentarios:

  1. Arrasemos el teatro!! Qué texto más intenso has escrito.
    Como siempre, Marianne, nunca defraudas.

    Caminamos entre sombras, rodeamos abismos presos de nuestra ceguera. Hay un mañana que no espera. La energía y la lucha, como el amor o la felicidad, son eternos mientras duran. Pues que duren, que no mueran. Arrasemos el teatro

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  2. Me sumo al comentario anterior. Me ha encantado...! :)

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