17 ene 2011

Óxido y diamantes





Debe tratarse de una maldición, ha regresado tu fantasma. Pero no me sorprende.

La luna está llena y decides llamar. Aquí estoy yo, con la sorpresa en la boca y el corazón en coma, sentada junto al teléfono sin saber qué contestar. Al fin suena, me acerco el auricular y tiemblo escuchando una voz suave que bien conozco, aquella luz que se apagó un par de años atrás mientras caíamos hacia al abismo que se abría paso en la catarata.

Recuerdo perfectamente el color que entonces tenían tus ojos, profundos y grises como la peor de las tristezas. Recuerdo cómo era entonces mi poesía de principiante, sombría y desesperada como los sueños que perdí. ¿Desde dónde has llamado? Tus palabras se entrecortan mientras me llega una música lejana -¿Yesterday, de The Beatles?- desde donde ahora habitas, en una cabina en medio de ninguna parte y en el lado opuesto del planeta.

Nos hicimos regalos, inventamos canciones, nos enviamos postales. Te he matado cada noche y ahora, justo ahora, resucitas. Vuelves a intentar mandarme algo... pero ambos sabemos que la memoria y los recuerdos solo traen óxido y diamantes.

El vagabundo original, el viajero sin destino, el príncipe del antifaz. Llegaste a mis brazos sin saberlo; solo hizo falta preguntar mi nombre. Detenido frente al mar, las olas te acariciaban y a una niña solitaria de pelo negro te decidiste acercar. Aquí estás, rodeado de marrones hojas que caen y con nieve sobre tu boina. Intentas sonreír desde una ventana falsa de un hotel que para los dos nunca existió. Negras nubes te acompañan, el cielo llora y se agita mientras hablas con ternura para mí y todo a nuestro alrededor es muerte. Ambos podríamos haber muerto, como los fantasmas, entonces y en el Chelsea. Pero lo hacemos ahora.

Dices que lo tuyo no es nostalgia y no te creo, ¿por qué no me das otra palabra mejor? Siempre pensé que ambos éramos buenos para esto de las palabras. Las letras se vuelven vagas, mis labios intermitentes y, antes de colgar, me siento tragada por tu niebla. Sin embargo necesito esta niebla, todo parece demasiado claro y tengo miedo. Mucho miedo. "Adiós, adiós".

Mueves la boca y cada sonido que pronuncias no deja lugar para las dudas. Tu oferta es clara, tu voz lo es más: me quieres, te quise, nos queremos. Es sencillo lo que me ofreces, pero las cosas han cambiado y te vuelves peligroso cuando prometes, como la memoria y los recuerdos, un futuro de óxido y diamantes. A pesar de estar de vuelta.

Yo, que intenté olvidarte y enterrar nuestros secretos en el agujero más profundo, siento que mi vida está girando, girando, girando. Este tiempo ha sido duro pero he intentado que fuese mejor; consecuentemente, he cambiado de amigos, he avanzado en la universidad y he descubierto otro amor. De entonces solo conservo mi nombre, mis ilusiones hoy son otras y mi sonrisa parece mejor. Me guste más o menos, valoro lo que tengo y empiezo a hacerme mayor.

Mi vida está girando, girando, girando. Es imposible tomar una decisión. Solo quiero que mis pies estén firmen, que una mano acaricie mi pelo y otra alma me proporcione calor. Se han confundido los sentimientos, la vida se ha burlado de lo que entonces estaba claro y ahora resuena en mi cabeza y sin descanso tu voz. Es imposible tomar una decisión. No sé alejar mi mirada del presente: "Otro día hablamos. Adiós, adiós".

Y aunque es sencillo lo que me ofreces, ambos sabemos que esta oferta -como la memoria y los recuerdos- solo trae óxido y diamantes, algo que en el pasado ya me vendiste y por lo que hace tiempo yo pagué.



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