Han pasado tres décadas desde que se instaló la Democracia en España, pero la poesía se ha convertido en un vehículo capaz de expresar un mundo inexpresable que crece y se transforma a un ritmo vertiginoso. Treinta años dan para mucha poesía, pero los poetas de la nueva generación, nacidos entre 1979 y 1990, coinciden en que son un colectivo que ha perdido el miedo a hacer lo que les gusta.
Muchos de ellos acaban de publicar su primer poemario y afirman que escriben porque leen, para pensar, para conocerse y relacionarse consigo mismos. Pablo López, Erika Martínez, Alba González, Cristian Alcaraz y Laura Rosal, entre otros, han participado estos días en diversos talleres del festival Cosmopoética de Córdoba. Deudores de los poetas nacidos en la década de los setenta y reinventores de la generación del 27, se preocupan por los problemas sociales de hoy, por las nuevas tecnologías y por ofrecer una visión crítica del mundo, pero no desde una militancia poética. Quieren conocer la historia y expresarla desde una perspectiva íntima: "Son problemas que nos interesan, pero desde el individuo", afirma Pablo. Son jóvenes, sinceros y a la hora de escribir tratan temas como el consumismo, la violencia de género o la homosexualidad.
Estigmatizados por ser la primera generación nacida en la democracia, creen en la necesidad de cambiar la sociedad y sus poemas se tiñen de pesimismo y cinismo: "Creo que no va a haber grandes transformaciones. Y no creo para nada en el progreso", dice Erika.
Fueron los primeros en poder utilizar un ordenador para escribir, pero prefrieren hacerlo a mano. Asombrados ante la emergencia de los cibermedios y las redes sociales, se unen para reivindicar la necesidad de que en España la poesía se valore más y se fomente más sin olvidar a los clásicos, pero confiando en las nuevas corrientes.
Muchos de ellos acaban de publicar su primer poemario y afirman que escriben porque leen, para pensar, para conocerse y relacionarse consigo mismos. Pablo López, Erika Martínez, Alba González, Cristian Alcaraz y Laura Rosal, entre otros, han participado estos días en diversos talleres del festival Cosmopoética de Córdoba. Deudores de los poetas nacidos en la década de los setenta y reinventores de la generación del 27, se preocupan por los problemas sociales de hoy, por las nuevas tecnologías y por ofrecer una visión crítica del mundo, pero no desde una militancia poética. Quieren conocer la historia y expresarla desde una perspectiva íntima: "Son problemas que nos interesan, pero desde el individuo", afirma Pablo. Son jóvenes, sinceros y a la hora de escribir tratan temas como el consumismo, la violencia de género o la homosexualidad.
Estigmatizados por ser la primera generación nacida en la democracia, creen en la necesidad de cambiar la sociedad y sus poemas se tiñen de pesimismo y cinismo: "Creo que no va a haber grandes transformaciones. Y no creo para nada en el progreso", dice Erika.
Fueron los primeros en poder utilizar un ordenador para escribir, pero prefrieren hacerlo a mano. Asombrados ante la emergencia de los cibermedios y las redes sociales, se unen para reivindicar la necesidad de que en España la poesía se valore más y se fomente más sin olvidar a los clásicos, pero confiando en las nuevas corrientes.
Esta generación de nuevos poetas no son los únicos en reinventar la poesía. Desde la calle y recordando a los genios de la lírica española, poemas de Lorca, Lope de Vega o Machado se dan a conocer mediante el rap y el hip-hop. Ignorada por la mayoría, la relación entre música y poesía se está consolidando asimismo a través de nuevos caminos, los cuales tratan de recordar que, ahora más que nunca, la poesía es el futuro.
Muy interesante artículo y bien redactado, como si lo estuviera leyendo de una revista o un periódico serio. La verdad es que más que nunca necesitamos de la poesía en estos tiempos tan inciertos que acontecen sobre nuestras cabezas con tanta gente malhumorada, desconcertada y confusa por lo que está pasando y cuál es el futuro.
ResponderEliminarA todos estos sobretodo hay que hacerles abrir los ojos o los oídos también, y hacer saber que no todo está perdido, que yo a veces que escribo, a veces que compongo música, o a veces que simplemente contemplo, sigo queriendo decir que sí a disfrutar de la vida y todo lo que en ella hay, sin prisas, pero sin pausas.
Jack. C