28 dic 2011

Días sucios






Mil heridas remuevo con una cucharilla en la taza de café. Me miro en el espejo y mis ojos son dos faros tenues, víctimas de la emoción. Los escaparates, las compras navideñas, el frío... Todo es artificial. Tu amor también lo fue, como la nieve que se deja ver tras el cristal.

Día a día las mismas personas ocupan el autobús. "Buenos días, qué frío hace", dicen. Amanece y una esfera roja se eleva poco a poco sobre la albufera. La observo, lentamente, a través de la ventanilla. La carretera se alarga, el humo nos invade, la gente corre. Todo sigue su curso en esta estúpida normalidad. En la calle los fantasmas se saludan, se analizan con una sonrisa cosida en la boca y comparten con prisa un mismo despertar. Se pierden las miradas en las luces del semáforo. Todos llegan al trabajo.

Somos dos imposibles encerrados en una jaula de temores. Somos estatuas que alguien debe corregir. Andamos, corremos, llegamos, comemos sin pararnos a pensar que algún día morirán nuestros relojes. La plaza está adornada como el cantante adorna una canción de amor. Todo es tan artificial... Los días están sucios, como la boca del metro; como la boca del lobo.

Pondré unas velas a ver si así ahogo mi pena y olvido. La Navidad es así, llega cargada de recuerdos unidos con imperdibles. La Navidad llega cargada de deseos falsos, postizos, imposibles. Las manos se enlazan, las mismas frases se rescatan del cajón y, con la sonrisa enlatada, abrimos una pasta de turrón. La tormenta sabe a calma si se adorna.

Camino hacia la estación, poco a poco, y cientos de ojos plateados me saludan. Han puesto un tren para niños en la plaza, unos renos falsos, un puesto de regalos caros. Los transeúntes, con los huesos pesados, intentan llenar su vacío comprando algunas cosas que pondrán como parches para curar el dolor de sus familias. Alguien mira al cielo, alguien come helado. El McDonald's está a punto de reventar. Yo te busco entre las luces de los taxis, entre un montón de vidas rotas por la maldita crisis. Todo sigue su curso en esta estúpida normalidad y un niño, sobre el bordillo, se abrocha el zapato.

Llego a la estación. La gente espera, la gente se despide, la gente sueña. Sigo el camino de las sucias palomas que vuelan como fragmentos de estrellas. Sonrío y miro el cielo invernal vestido con esa intensa luz azul artificial. Los corazones se vuelven de goma, la ciudad, como la sociedad, está en coma. Llega el autobús y me muero de sueño. Todos suben. Centro mi atención en la radio del vehículo y, mientras observo las aburridas fachadas de Valencia, llega a mi mente el recuerdo de una habitación roja con ventanas a ras del suelo. Quizá hay un pastel en el horno. Quizá los sillones son verdes. Quizá un hombre sonríe mientras un gato se sienta en la ventana. Quizá un bebé llora. Quizá una cuna se mece. Dejo de pensar. El autobús frena. Todo es tan artificial...



5 comentarios:

  1. No te sienta nada bien el nihilismo.. Be yourself!!!

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  3. Precisamente, habla del nihilismo de la sociedad en general, del que parece formar parte la gente anónima que te rodea y que ves cada día, no del mío. Yo no me considero nihilista. Aun así, gracias por el comentario ;)

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  4. Me parece precioso el texto y tienes razón, todo, todo es tan artificial, se te ve muy melancólica, la Navidad me parece pura melancolía porque nunca puedo estar con los míos, tú al menos eso lo puedes hacer, tienes suerte de tener una gran familia.

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  5. Una vez más, te has superado y sí, el nihilismo de verdad es el de la gente que deambula por las calles con prisas y el de esta sociedad dormida que no se entera de nada.

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