17 may 2014

Cinco minutos






Lo más bello de la existencia no depende de la cantidad de tiempo vivido, sino de la importancia y la magia de los momentos compartidos. Hay instantes tan breves como un suspiro que pesan más que una vida. Y cada uno de esos instantes es especialmente hermoso en su mágica brevedad. Cuando el mundo se detiene entorno a un beso, la eternidad parece insuficiente y la dolorosa espera se convierte en una agradable parte de un satisfactorio dolor. 

Lleva el pelo húmedo, es una noche de agosto en una pequeña casa de campo perdida bajo el cielo estrellado. Hace calor y sólo se escucha el murmuro del agua de la piscina, acompañado por las llamadas de los grillos solitarios. Los animales cazan en silencio y en el aire se adivina el intenso aroma del amor. Los grandes sauces convierten su escondite en un lugar más secreto si cabe y, acompañados únicamente por la música de una antigua radio, los dos jóvenes se besan. No saben cuándo volverán a verse, sólo saben que han tenido suerte esta vez. La habitación es pequeña, la Luna está llena. La chica está radiante. Los cinco minutos la hacen florecer. 

Él intenta ser romántico mientras se recorren la piel. Intenta susurrarle alguna palabra bonita, y eso lo hace enrojecer. Es un chico de pueblo, de maneras un tanto bruscas y acento cerrado. Es atractivo y sabe hacerle reír a su amiga de ciudad, aunque a simple vista parecen polos opuestos. Ella es un ser libre. Él, un hombre formal quiere parecer. Corren descalzos por la hierba y el campo se convierte en el mejor escenario para sus juegos. La coge en brazos y la ayuda a trepar por una cerca. A oscuras y entre risas miran al cielo en busca de estrellas fugaces. Es tarde y tratan de despedirse. Sólo les quedan sus cinco minutos. Los saborean en su agonía, lentamente, hasta llegar a enloquecer. Son como dos rosas silvestres, sedientas y hermosas a punto de renacer. 

Se conocieron en el relámpago, en la duda, en el quizás. Eran tan distintos y tan parecidos a veces que no se querían separar. Eran el viento y el fuego. Eran la calma y la tempestad. No les importaba nada. Pese a sus vidas ajenas y a sus universos paralelos, lograron escribir la historia más pura que nadie ha contado jamás. 





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