10 abr 2014

Sirena varada





Nos devolveremos las sonrisas que huyeron a ningún lugar,
 y cada parte de nuestro cuerpo que nos hemos robado.
 Nos devolveremos el tiempo que ahora es vacío
 y lo cambiaremos por aquel que tuvimos lleno de promesas.
 Nos entregaremos las partes más secretas
 y nos diremos al oído todo lo que queda por descubrir. 
Nos daremos lo imposible, haremos todo lo posible.


Hoy me despido de ti con tus propias palabras y con tu imagen en en ese gris con el que nos dejas. Mi sirena varada, la soñadora rebelde que compartía conmigo pasiones, aficiones y sensibilidad. Entendías como nadie mi amor por la literatura y la fotografía. Apreciabas como nadie la belleza de esos instantes capturados para siempre en blanco y negro. Sólo tú sabías emocionarte de esa manera especial cuando leías mis textos, y sólo tú podías comprender mis miedos y mis sombras. Sirena incomprendida, bella y perdida en tu propia odisea; esa odisea dolorosa de la que ni con todo nuestro amor te hemos podido rescatar. 

Sólo tú sabías elevar lo cotidiano a extraordinario con tus cámaras de fotos y con tus desgarradores poemas. Tu vulnerabilidad y fragilidad te convirtieron en una princesa sombría pero a la vez llena de luz y de esperanza. Sólo tú sabías describir la esencia de lo humano, de la vida y de la muerte con tanto realismo y facilidad. Convertías en divino y venerable cualquier objeto, cualquier cuerpo desnudo, cualquier paisaje sobrecogedor. Vestida de inocencia y a la vez de oscuridad has sabido exprimir cada una de tus vivencias y de tus agridulces pensamientos. Has amado las cosas más sensibles de la existencia y has sabido hacer que los demás las amemos con un respeto especial. Has luchado por tus sueños y has disfrutado de tu experiencia más salvaje, acompañada por la brisa de tu mar. Eras la sirena más bella, esa princesa taciturna que luchaba por salir de un laberinto tenebroso. 

Espero que allá donde estés nunca olvides todo el amor que aquí te dejas. Que ese mar al que amabas te acoja y te acompañe para siempre con su suave y dulce vaivén. Que la espuma te acaricie y que las olas te puedan mecer eternamente para que continúes dormida e inmersa en tu sueño maravilloso, ese sueño por el que luchabas y que seguro que algún día, aunque lejos de nosotros, cumplirás. 

Hasta siempre, sirenita. Al fin eres libre. Te quiero y en mi corazón siempre brillarás. Siempre serás mi sirena y volveremos a abrazarnos cada vez que tenga entre mis manos una delicada estrella de mar. 

Te quiero, y espero que nunca lo olvides. Buen viaje hasta Ítaca.






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