25 oct 2012

En busca del hada






Un día llegará en que el dolor termine y la angustia se aleje para siempre de nuestros huesos. Habrá llovido y habré sufrido mucho. Pero habrá merecido la pena. Entonces, cuando todo termine, te tomaré en brazos y te estrecharé muy fuerte contra mi pecho. Acariciaré tu piel y admiraré tu pequeño y dulce rostro. Te miraré, y daré gracias llena de asombro. Disfrutaré de cada uno de tus gestos y tus sonidos. Te veré reír. Estaré contigo. Estarás conmigo. Y nadie podrá arrebatarme ese momento. Pase lo que pase, pequeña Ailée, estarás aquí, con tu falda de tul y tus zapatos adornados con campanitas. Llegará ese día de color naranja en que al tenerte entre mis brazos seré feliz. Me devolverás la vida que yo te regalaré a ti. 


Dime dónde y a quién iré
cuando me sienta triste,
solo.

Dime si te encontraré
en la luz del meteoro.

Todo es muerte, frío, aire.
Todo corta, amarga, arde.

¿Dónde estás y quién te esconde?

No sé bailar sin que me aten.
No sé reír sin que me odien.
No sé nadar sin que me ahoguen.

¿Estarás bajo aquel sauce?

Oigo pasos en el cajón
mientras te esfuerzas en brillar,
mi pequeña luciérnaga.

Déjame tocar tu falda de tul
y saltar con tus zapatos
adornados con campanitas.

Llévame hasta el final
de ese bosque en el que habitas.
Sueño con abrazarte, Ailée,
un día de lluvia limpia.

Pero sin descanso te busco
y sé que no puedo llegar
si no me ayudas.

¿Estarás bajo aquel sauce?

Acércame a ti, Ailée.
Dame tu pequeña mano.
No permitas que me rinda.






No hay comentarios:

Publicar un comentario