Uno, dos, tres, cuatro peldaños. Sube con prisa la escalera y abre la puerta roja. La azotea del edificio es tan grande que seguro que, si se esconde bien, nadie la encontrará. Lo último que quiere ahora es tener que dar explicaciones a las inoportunas vecinas. Sí, allí está. Ha encontrado su rincón pequeñito, ese que está detrás de la chimenea y la vieja escalera de madera. Allí está. Volverá a esconderse y, en sus brazos, descansará su muñeco azul. Por si descubre algo interesante esta tarde, ha cogido también su cámara. El cielo parece tan acogedor a bordo de esas nubes rápidas...
![](http://3.bp.blogspot.com/_b2NMOun2xYA/TCtEcScUjlI/AAAAAAAAAWc/9AUJnYK1hSc/s320/Korda_La+nina+de+la+muneca+de+palo_1959.JPG)
Quiere olvidarlo todo. Ha conseguido despistar a su madre y se ha escapado. No le gustan las preguntas. Mientras mira pasar una vieja gaviota solitaria siente caer las primeras lágrimas. Tampoco le gusta llorar, pero a veces no puede evitarlo. Intenta abrazar a su muñeco azul más fuerte que nunca. No le gusta llorar, pero sabe que él no se lo dirá a nadie. Son buenos amigos. Otro pájaro desorientado sobrevuela su cabeza. Al observarlo, se acuerda de la pequeña golondrina que rescató ayer. Tenía las alas casi abiertas, pero aún no podía volar. Sintiendo compasión de ella misma, se da cuenta de que ella tampoco puede. Se iría ahora mismo, volaría lejos y sin mirar atrás.
No es una niña solitaria, es que la gente normalmente la decepciona y prefiere estar sola. Está cansada, y eso se nota en sus húmedos ojos y en su tierno rostro sonrojado por el sol. No es como el resto de sus amigas, no se parece a los niños de su edad. A veces siente que tiene que crecer deprisa y no lo entiende. A veces la obligan a hacerse mayor y a crecer. Ahora piensa en sus amigos. Deben estar de viaje, algunos se iban hacia el norte. Piensa en Jack, es su mejor amigo. Tiene ganas de verle y, mientras llora de nuevo, recuerda cuánto le echa de menos. Los extraña, a todos. Querría estar con ellos, pero no puede, de momento no viajará a ningún lugar. Al menos tiene su pequeño escondite y la compañía de sus dos primos pequeños, aunque no suelen quedarse en su casa muchos días. Le encantaría que pudiesen darse cuenta de su tristeza. Quizás podrían ayudarla. Le encantaría tener a alguien que la entienda. El mundo se vuelve tan horrible tan a menudo...
No puede explicarse lo que hacen con ella. Después de los largos meses de clase y de haber sacado unas notas muy buenas, tiene por delante todo un verano y sólo le han mandado escribir una historia y leerse un par de libros. Le encanta leer y le encanta inventarse historias, pero hoy no tiene fuerzas ni para eso. Se siente tan perdida y tan sola...
La calle sigue su ritmo, la gente compra en el mercado y sus primos sonríen mientras nadan con ella en la piscina y le dan algún que otro besito en la mejilla. Los quiere tanto que le gustaría enseñarles su escondite, pero no puede. Ahora les oye comer, les oye mientras permanece escondida en su refugio. Se pregunta cuáles serán sus problemas, si es que tienen alguno. Seguro que algo les preocupa, pero ella les cuida y les lee bonitos cuentos para que duerman tranquilos. Ojalá ella pudiese dormir tranquila, pero ya no juega con juguetes, ya no le compran libros de recortables ni le leen cuentos.
Cuando está con otros niños siente pena de ella misma y echa de menos su inocente libertad. Ha tenido que crecer muy rápido, pero los gritos y las injustas culpas siguen pesando en su pequeña espalda. Quiere desaparecer, subir a ese avión que en este momento cruza el cálido cielo... Escucha un ruido y se encoge en forma de bolita. No quiere que nadie la vea. Intentará respirar muy bajito y volverá a abrazarse a su muñeco azul. No quiere que la amenacen, ni que la asusten, ni que la hundan más. Sabe que eso es muy injusto para un niño y para cualquiera. Coge aire y se deja caer contra la blanca pared. Su rincón es el mejor escondite del mundo, el mejor lugar para esperar ese pequeño milagro. Su pequeño milagro.